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Claves para comprender y mejorar la autoestima

Claves para comprender y mejorar la autoestima

¿Qué es la autoestima?

Una enorme cantidad de veces escuchamos hablar de esta idea. Personalmente, cuando escucho esa palabra me hace pensar en maestras preocupadas por mejorar la autoestima de sus alumnos. Y, sin lugar a dudas, es un concepto que de manera irreflexiva tiendo a asociar a la niñez y adolescencia. La gente suele preocuparse mucho por la autoestima de los niños. Son frecuente las preguntas como ¿eso no le habrá generado algún trauma? o, ¿esto o aquello no le traerá problemas de personalidad en el futuro? De alguna manera, parece que la autoestima fuera algo intrínsecamente unido al desarrollo del niño y que quedaría fijado para la edad adulta.

Sin embargo, la autoestima no es un aspecto propio de la niñez ni mucho menos. Tampoco es algo estático, sino que se va modificando a lo largo de nuestra vida según las experiencias que tenemos. Podría pensarse como la experiencia más íntima que tenemos de nosotros mismos. Es un juicio de valor que hacemos sobre nuestra persona total. Implica que nos aceptemos (o no) y que nos valoremos por ser quienes somos.

El concepto de autoestima

Para Branden (2011), quien ha estudiado el tema en profundidad, afirma que

la autoestima consiste, por un lado, en la confianza en nuestra capacidad de pensar y de afrontar los desafíos básicos de la vida; y por el otro, la confianza en nuestro derecho a ser felices, el sentimiento de ser dignos, de merecer, de tener derecho a afirmar nuestras necesidades y a gozar de los frutos de nuestros esfuerzos.

¿Por qué es importante la autoestima? ¿Para qué la necesitamos?

La autoestima es la evaluación que efectúa y mantiene el individuo hacia sí mismo. Expresa una actitud de aprobación o desaprobación, e indica en qué medida la persona se cree capaz, importante, digno y con éxito. En suma, es un juicio personal de dignidad, que se expresa en las actitudes del hombre hacia sí mismo.

Coopersmith, 1981

El desarrollo de la personalidad está íntimamente ligado a la evolución de la autoestima. No es de extrañar, entonces, que muchos trastornos mentales se hallen en estrecha relación a ésta. Este sería el caso del narcisismo, la depresión, la obesidad y los trastornos alimenticios, sólo por nombrar algunos de ellos.

Pero su importancia no está acotada solamente al ámbito de la psicopatología. Una alta autoestima determina un mayor autocuidado y otros buenos indicadores de una personalidad integrada y madura como: manejo de las emociones, habilidades sociales como la asertividad, una conducta motivada, mejor rendimiento escolar, académico y laboral en general, también unas relaciones interpersonales más ricas y variadas y una sexualidad equilibrada. En definitiva, muchos aspectos saludables de la personalidad están determinados por los niveles de autoestima.

¿Cómo se desarrolla la autoestima?

El desarrollo de la autoestima está ligado a la crianza y a la relación que los niños mantienen con sus padres y sus hermanos. Aquellos que tienen mayores probabilidades de gozar de una autoestima sana:

  • han sido criados con cariño y aceptación incondicionada,
  • han tenido una relación de apego seguro y se sienten apoyados por sus afectos más cercanos,
  • les han propuesto reglas de comportamiento claras y razonables,
  • las expectativas sobre ellos han sido adecuadas y realistas,
  • no han sido castigados a través del ridículo o cualquier forma de maltrato,
  • sus padres han creído en ellos.

Sin embargo, la crianza no es el único determinante de la valoración que hacemos de nosotros mismos. Otros factores sociales condicionan nuestra mirada personal y la respuesta que recibimos influencian fuertemente nuestro autoconcepto. Esto puede observarse con claridad en mujeres que son víctimas de maltrato, por ejemplo, y también en las víctimas del bullying.

¿Cuáles son los tipos de autoestima?

Como bien decía, la autovaloración puede ser positiva o negativa. Coloquialmente nos solemos referir a la positiva como alta autoestima y a la negativa como baja.

Autoestima alta o positiva

En el extremo saludable de la relación con nuestro self, se encuentra la alta autoestima. Esta es la forma que adopta cuando la persona se valora, se respeta y se tiene en estima. Virtudes y defectos son reconocidos y aceptados por igual. Hay un deseo de superación y ambiciones moderadas. Además, pueden expresar sus logros y fracasos con honestidad y se sienten igualmente cómodos para recibir o dar expresiones de afecto, críticas y opiniones. Son personas abiertas, con sentido del humor, de la responsabilidad y de los valores sostenidos.

Autoestima baja o negativa

Quienes, por el contrario, tienen una baja autoestima tienen sentimientos de insatisfacción, rechazo y desprecio por sí mismos. Suelen ser más inseguros de sí y de sus capacidades. Muchas veces se encuentran desamparados, es decir, que tienen la sensación de que nada de lo que ellos hagan pueden modificar un ápice de lo que les sucede. Tienden a ser retraídos, tímidos y con pocas habilidades sociales. Esto los conduce a buscar la aprobación de los demás, generando, en muchos casos, el efecto contrario.  

 

¿Cómo mejorar la autoestima?

Al empezar este artículo, refería que la autoestima no es algo estático. Muy por el contrario, se va modificando constantemente según las experiencias que nos toca ir transitando a lo largo de la vida. Por eso, alguien que tenga una autoestima negativa no está condenado a ello. Siempre es posible “entrenarnos” de alguna manera para sentirnos mejor con nosotros mismos.

Branden refiere seis prácticas que mejoran notablemente nuestro autoconcepto.

 

  • Vivir de forma consciente

 

Evadir o negar lo que ya sabemos de nosotros mismos, puede no ser el modo de afrontamiento más funcional. Con el tiempo produce desgaste. Potenciar el conocimiento personal y el descubrimiento de las fortalezas y debilidades propias resulta más apropiado en términos de salud mental.

 

  • Aceptarse a uno mismo

 

Una vez realizado ese reconocimiento personal, hay que dar el gran paso de aceptarse. Aceptarse no es lo mismo que resignarse. Aceptarse es tomar las riendas de lo que experimentamos, es enfrentar la realidad que vivimos. Es una condición fundamental para el cambio. No se puede cambiar aquello que no ha sido aceptado.

 

  • Asumir responsabilidades

 

La autoestima está fundada sobre el sentimiento de autoeficacia. Y éste, a su vez, en nuestra capacidad de asumir responsablemente la conducción de nuestra vida. Ni el azar, ni las circunstancias, ni la naturaleza pueden determinar la actitud con la que realizamos nuestra existencia. Somos nosotros quienes estamos a cargo de nuestra propia existencia.

 

  • Auto afirmarse

 

Afirmarse a uno mismo es darse un lugar frente al otro. Es sostener la propia identidad, los valores, las opiniones, convicciones y deseos, respetando a los otros, sin intentar de “encajar”. Quien se reconoce y acepta a sí mismo, también se da su lugar en el mundo.

 

  • Tener un objetivo

 

Una vida valorada es una vida que tiene un propósito, una meta. En la medida que cumplimos con esos objetivos, nos sentimos mejor con nosotros mismos. Es por ello que esas metas deben ser alcanzables, razonables dentro de nuestras posibilidades. Pero también deben desafiarnos, de modo que debamos desplegar todas las potencialidades de nuestro ser para alcanzarlos.

 

  • Ser íntegros

 

 

La integridad habla de la coherencia con nuestros valores. Tener principios estructuran nuestro comportamiento de cierta forma y nos prestan un patrón desde el que nos evaluamos. Cuando uno traiciona sus principios se siente desanimado, y su autoestima baja. Como en todo, prima la razonabilidad y la rigidez no es buena consejera. Los valores deben ser una guía, pero no un verdugo de nuestra salud.

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