Caso clínico de una paciente con ataques de pánico
En este artículo, nuestra colega, la Lic. Maria Laura Ortiz, nos presenta este interesante caso clínico de una paciente con ataques de pánico. Este trastorno es uno de los que motiva la mayor cantidad de consultas en psicoterapia en este momento.
Belén tenía 22 años y aguardaba sentada en el hall central del aeroparque que anunciaran la partida del avión a Iguazú. A su lado estaba sentado su novio, Sebastián, que no paraba de hablar y de planificar los próximos días que les esperaban en lasCataratas.
Yo no estaba contenta, más que nada me sentía inquieta. Era la primera vez que me iba sola de viaje con mi novio y me parecía que no estaba del todo bien lo que estaba haciendo.
En realidad mis padres me habían empujado a que viajara. Yo había trabajado mucho en el último tiempo… Trabajaba con mi papá y él decidió hacer una ampliación de su empresa. Tuvimos que mudar las oficinas, se abrió un nuevo sector de venta al público y yo me encargué de todo… Estaba tan cansada…
Mi papá dijo que viajáramos, que nos iba a hacer bien, que yo ya era grande, que nadie tenía por qué opinar mal de mí… y finalmente dije que sí, pero nunca estuve convencida…aunque Sebastián, sí.
Cuando finalmente anunciaron el avión, Belén tomó sus cosas y subió sin demasiada alegría. Se sentó en su asiento y recordó las tres veces que ya había viajado a las Cataratas con su familia. Eso la fastidió aún más. No tenía ganas de viajar, se sentía culpable de ser “como esas chicas que mi mamá y mi abuela siempre criticaban…que llevan el novio a la casa a dormir o que duermen en la casa de él…yo me estaba yendo a dormir con un hombre y por primera vez no iba a dormir en mi casa”.
Después de media hora de vuelo, y cada vez más inquieta, Belén comenzó a sentir algo muy extraño para ella:
Yo nunca tuve miedo a volar, es más, me encantan los aviones, pero se me empezó a cerrar la garganta… Yo tragaba y parecía que la saliva no me pasaba… los latidos de mi corazón eran tan fuertes y tan rápidos que los sentía hasta en la cabeza. Me quise parar para ir al baño y… No sé… Mojarme la cabeza, pero en el momento me caí sobre el asiento de nuevo, las piernas no me respondían, temblaba como una hoja pero tenía calor… Cada vez se me hacía más y más difícil respirar y en ese momento pensé que me estaba muriendo de un ataque al corazón.
Como pude, le avisé a Sebastián. No me salían las palabras… Él se asustó un poco y eso me puso más nerviosa… Yo le pedía que llamara a la azafata para que me bajaran la máscara de oxígeno, pero él dijo que le daba vergüenza… ¡Ay, Dios! ¡¡¡¡Vergüenza!!!!
Los días que pasaron en Iguazú transcurrieron sin mayores problemas. Belén llamó todos los días a sus padres pero se encargó de no contarles lo que le había sucedido en el avión, “más que nada para no preocuparlos, además no lo iban a entender…”.
Cuando regresaron a Buenos Aires ella volvió a sus actividades, continuó el trabajo con su padre y sus estudios de abogacía.
Hasta que un día, ese día del que Belén recuerda fecha y horarios, todo pareció cambiar:
Yo estaba mirando la tele en mi casa, ya estaba cambiada para ir a la facu, y de repente… otra vez… Se me cerró la garganta por completo, dejé de poder tragar, no podía respirar y no tenía ni fuerzas para moverme. Como pude llegué hasta el teléfono y llamé a mi papá, le dije que me sentía mal y cuando me preguntó qué era lo que sentía no pude ni explicárselo, corté…A los diez minutos mi papá estaba en casa, yo respiraba por la boca, estaba agitada y quería explicarle pero no podía. Nos subimos al auto y fuimos a la guardia de una clínica. Yo llevaba la ventanilla abierta para ver si me entraba más aire…
Te juro que lo cuento y me acuerdo perfecto de todo lo que sentía, tengo imágenes en mi cabeza que son como fotos… Camino a la clínica paramos en una confitería para que mi papá le comprara a mi hermano una torta para festejar su cumpleaños… Yo estaba ahí, medio al borde de la muerte, y él paraba a comprar una torta… Es el día de hoy que no lo entiendo.
Cuando llegamos a la guardia se nota que me vieron tan mal que ni tuve que esperar, una médica me hizo entrar en un consultorio y me empezó a preguntar cosas… Yo no podía ni responder, me pusieron una pastilla debajo de la lengua y de repente me desmayé… No sé… No me acuerdo de nada. Cuando me desperté la médica hablaba con mi papá y le decía: '¿No se dio cuenta usted que su hija está mal? ¿No notó cómo estaba? ¡Esta chica necesita urgente un tratamiento!' Yo cerré los ojos y me volví a dormir o a desmayar, no sé bien… Ese fue el día que, para mí, se apagó mi luz, yo era una chica con toda la energía, pero desde ese 29 de octubre nada fue igual en mi vida…desde ese día perdí todo lo que más me gustaba de mí misma.
Nadie en la familia tomó en serio las recomendaciones de la doctora, le dijeron a Belén que seguro estaba un poco estresada por el estudio y el trabajo, pero que ella ‘una loca’ no era.
Ese fue el día que, para mí, se apagó mi luz, yo era una chica con toda la energía, pero desde ese 29 de octubre nada fue igual en mi vida…desde ese día perdí todo lo que más me gustaba de mí misma.
Los ataques que me agarraban comenzaron a ser cada vez más seguidos y más fuertes. Ya no comía, no dormía, no quería salir a la calle. No iba a la facultad si no me acompañaba Sebastián hasta que finalmente dejé de ir… Era un espectro, un fantasma de lo que alguna vez había sido".
Intenté hablar con mi mamá, pero ella es una persona muy especial… No sabe escuchar… Me dijo lo mismo de siempre: estás nerviosa… Después lo intenté con papá, y él, que todo lo soluciona con un medicamento, me compró una caja de un calmante natural a base de tilo… No me voy a olvidar más, me dijo: 'con esto se te va a pasar'… Pero no se me pasó, ¿Nunca se me iba a pasar?
Finalmente, y viendo que nadie me podía ayudar, busqué la cartilla de la obra social y pedí turno con un psiquiatra, yo me estaba volviendo loca y tenía que solucionarlo sola.
Nadie me acompaño al psiquiatra, llegué sola y ni siquiera podía explicarle al tipo lo que me pasaba… Sólo temblaba y balbuceaba mientras intentaba armar una oración coherente. El doctor me dijo que lo que tenía se llamaban ataques de pánico y me dio una receta para comprar unos comprimidos y unas gotas, me explicó que todas las noches tenía que tomar una pastilla y que cuando me agarraran los ataques podía tomar 10 gotas.
En la primer farmacia por la que pasé me compré todo el kit y en el taxi me tomé mis primeras 10 gotas. De ahí me fui a mi casa y empezaron los reproches de la familia, todos en contra, todos diciéndome que estaba loca, que los psiquiatras lo único que hacen es empeorarte la vida, que no podía estar tomando medicamentos de ese tipo, bla, bla, bla…
Las cosas no mejoraban, cada día que pasaba los ataques eran peores y más fuertes, nadie me quería acompañar al psiquiatra y lo único que me daba un poco de paz era saber que tenía conmigo el gotero.
El psiquiatra dijo que tenía que empezar una terapia con una psicóloga además de tomar la medicación, y eso mismo hice, también en contra de toda mi familia.
Me acuerdo que un día mi psiquiatra, cansado de proponerme terapia familiar y de escuchar como respuesta que mis padres no iban a querer hacerla, me dijo: ellos necesitan sacrificar un hijo, necesitan que todos sigan siendo chicos, no pueden soportar que sean grandes… ¿Quién se va a sacrificar? ¿Quién se va a morir para que los otros se salven?
Pero esta vez yo no estoy dispuesta a sacrificar nada, no quiero estar más enferma de lo que estoy y por eso, necesito empezar este tratamiento.
Todavía no estoy de acuerdo, no creo que me puedas cambiar la cabeza de un día para el otro y yo mucha paciencia no tengo, pero quiero volver a ser Belén.
Criterios diagnósticos de los ataques de pánico
Los criterios diagnósticos para los ataques de pánico descriptos en los manuales son, a grandes rasgos, los siguientes:
Aparición temporal y aislada de miedo o malestar intensos, acompañada de cuatro (o más) de los siguientes síntomas, que se inician bruscamente y alcanzan su máxima expresión en los primeros 10 minutos:
- Palpitaciones, sacudidas del corazón o elevación de la frecuencia cardíaca;
- Sudoración;
- Temblores o sacudidas;
- Sensación de ahogo o falta de aliento;
- Sensación de atragantarse;
- Opresión o malestar torácico;
- Náuseas o molestias abdominales;
- Inestabilidad, mareo o desmayoM
- Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (estar separado de uno mismo);
- Miedo a perder el control o volverse loco;
- Miedo a morir;
- Parestesias (sensación de entumecimiento u hormigueo);
- Escalofríos o sofocaciones.
Más allá de la tipificación de los síntomas, del nombre, del código y de todo aquello que puede servirle de guía al profesional, el paciente sólo busca aliviar esas sensaciones que acercan a la muerte y asegurarse que no regresen.
Las personas que padecen estos trastornos suelen buscar información en internet, identificando su problema con diversas patologías similares. Muchas veces compran libros especializados con la certeza de conocer su diagnóstico y, en otras situaciones, se vuelcan a la lectura de autoayuda en la que desean descubrir un camino hacia la cura.
El fin es el mismo: todos desean volver a ser el que fueron antes que esto pasara, quieren saber por qué pasó, por qué les pasó a ellos, cómo pueden curarse, cuál es el remedio, quién es el especialista…
En ese intento desesperado por recuperarse y, si no encuentran el tratamiento indicado, el deterioro social se va haciendo más pronunciado: no salen, se ausentan de su trabajo, no concurren a reuniones o fiestas, evitan la exposición pública y crean una especie de burbuja en la que viven junto a su padecimiento.
Es importante saber que, si bien es bueno tener información y es muy valioso recopilar datos con el fin de encontrar una solución al problema, no siempre las fuentes que elegimos son las correctas y no todos estamos capacitados para hacer un diagnóstico ni proponer un tratamiento con objetivos reales y eficacia a largo plazo.
No es lo mismo un ataque de angustia, uno de ansiedad, un trastorno de pánico o una fobia. Los síntomas pueden ser similares y las sensaciones nos muestran una mezcla de todo lo que nos llega como información.
Lo que sentimos nos invade y nos sobrepasa pero, encontrar qué nos sucede y “encontrarnos” con nosotros mismos y con nuestro padecer es algo para lo cual necesitamos ayuda. Buscar ayuda es el primer paso del camino, un sendero que, luego de recorrido, nos lleva a volver a sentirnos nosotros mismos y dueños de nuestra vida.
¿Se puede hacer un tratamiento? ¿Se sale de esto? ¿Se puede mejorar? ¿Voy a volver a hacer todo lo que hacía? ¿Voy a poder?
Podés releer la historia de Belén, ella se preguntaba lo mismo y con estos interrogantes llegó a terapia.
¿Cuántas veces te hiciste estas preguntas? ¿Te lo estás preguntando ahora mismo?
¡Muchas gracias por el aporte Laura! La verdad que está muy bueno el relato que hiciste. ¡Te felicito!
Gracias Francisco!! Un gusto poder aportar al sitio y gracias por publicar el artículo. Tengo bastante material escrito, así que voy a ir enviando para que se pueda publicar y así permitir la difusión de distintos temas que ocupan y preocupan a todos. Quedamos en contacto! Saludos! Lic María Laura Ortiz
Gracias Maria Laura por compartir esta experiencia. Yo en primera persona pase situaciones similares y gracias a su ayuda pude reencontrarme. Sin dudas que es difícil dar el primer paso para una primera consulta pero con su calidez que la caracteriza en lo humano y profesional todo fue más fácil desde el minuto uno.
Gracias Osvaldo por dejar tu comentario y también tu historia personal de la terapia que juntos transitamos y que aún hacemos. Es un trabajo en equipo entre el profesional y el paciente, las ganas de salir de esta situación, el esfuerzo, la actitud positiva y el respeto por el espacio de terapia (compromiso, no faltar a sesiones, respetar las tareas, formar una buena alianza, tomarse en serio el tratamiento, etc), todo esto contribuye y vos lo hiciste muy bien. Gracias por permitirme acompañarte en este proceso siempre!
Gracias por la información se que hay casos de niños y(soy Acompañante Terapéutico)…me ayudó mucho.
Muchas gracias a vos Natalia por tomarte el tiempo de leerlo y me alegra que la información te sirva en tu trabajo. Te cuento que yo también empecé como AT y Maestra Integradora antes de hacer consultorio y es una tarea que requiere mucho esfuerzo y conocimiento, me da mucho orgullo que te informes en esta publicación. Cualquier consulta estoy a tu disposición. Saludos y mucha suerte! Un beso Lic María Laura Ortiz MN 43985 1134756329