Modelos parentales del apego desorganizado
Desde Freud, el tema sobre la influencia de los vínculos tempranos en el desarrollo humano y la salud mental ha sido un tópico central dentro de la Psicología. El Psicoanálisis introdujo una visión subjetiva y clínica muy importante y esclarecedora sobre este tema, con los aportes de Sigmund y Anna Freud, Melanie Klein, Wilfred Bion, Heinz Kohut, Otto Kernberg, y otros.
Sin embargo, estos aportes carecieron de dos aspectos:
- Evidencia empírica/longitudinal sobre esta influencia.
- La realización de análisis prospectivos/evolutivos en lugar de retrospectivos y clínicos, observados en análisis de jóvenes y adultos con trastornos psicopatológicos.
Más de treinta años de estudios empíricos longitudinales han demostrado que los vínculos tempranos con cuidadores significativos tienen una enorme influencia sobre la adaptación psicosocial, aunque esta influencia no es la unidireccional. En este sentido, el desarrollo es en sí mismo un fluir dinámico de procesos que se van develando en trayectorias saludables y/o desviadas, afectadas por un sinnúmero de factores, que operan en múltiples niveles.
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Los estudios recientes dentro de la Teoría del Apego se han orientado a investigar las trayectorias desviadas del desarrollo del apego en poblaciones de alto riesgo. Para comprender este enfoque la psicopatología del apego se ha centrado en lo que se conoce como Apego Desorganizado (Solomon & George, 1999). El grado de asociación entre este tipo de apego en edades tempranas y el posterior surgimiento de procesos desadaptativos es de tal magnitud que se ha convertido en una urgencia el conocer de un modo más específico y empírico los antecedentes y consecuentes de este patrón de vinculamiento (Kobak, Cassidy, Lyons-Ruth & Ziv, 2006).
Dada la enorme relevancia para la elaboración de estrategias de intervención infantil, se hace necesario poseer un conocimiento específico sobre los procesos y mecanismos parentales que predisponen al desarrollo de la desorganización del vínculo. Revisar modelos etiológicos que explican la emergencia del apego D (desorganizado) nos puede facilitar el comprender de modo específico cuáles mecanismos y condiciones parentales predisponen a dificultades en el desarrollo del apego, que nos permitan la elaboración de estrategias de intervención específicas y basadas en la evidencia.
Desde la perspectiva de la intervención en salud mental infantil, la necesaria incorporación de los padres en consultas y tratamientos, plantea no solo la hipótesis de conocer explicaciones de cómo se producen las activas influencias que
desorganizan a sus hijos, sino también la necesidad de crear estrategias de intervención específicas y sistemáticas, destinadas a estimular la seguridad en el apego y la Parentalidad positiva. Por cuestiones de espacio solo desarrollaremos modelos propuestos por algunos de los investigadores.
Los modelos parentales del apego
Desde principios de los años setenta, algunos investigadores del apego reportaban que alrededor de un 10% de casos no podían ser categorizados en los patrones de apego propuestos por Ainsworth y sus colaboradores: Seguro (B), Inseguro Evitante (A) e Inseguro Ambivalente (C) (Ainsworth et al 1978). Este 10% de infantes desplegaba una serie de conductas en el Procedimiento de la Situación Extraña (PSE) que desafiaba el hecho de que el niño hubiera desarrollado una estrategia coherente para vincularse con la madre, al presentar comportamientos contradictorios, atemorizados, bizarros y claramente conflictivos en el intento de aproximarse al cuidador (Sroufe & Waters, 1977).
Posteriormente, en la década de los ochenta se confirmó esta observación, especialmente en niños que habían sufrido maltrato y que no podían ser clasificados en el modelo A-B-C (Crittenden, 1985; Lyons-Ruth et al 1987). Durante ese mismo periodo, incluso Main & Weston (1981) encontraron en poblaciones de Nivel Socio-Económico medio, que el 13% presentaba ese tipo de conductas contradictorias. Con toda esa evidencia reportada, Main & Solomon (1990), después de re-examinar 200 videos en el PSE, propusieron un listado de conductas que llamaron "desorganizadas / desorientadas", afirmando que el infante desorganizaba su estrategia vincular frente a la madre, expresando conductas que denotaba la pérdida del sentido o meta del apego (búsqueda de protección y regulación del estrés y el peligro).
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El modelo etiológico del apego desorganizado
Paralelamente, Main & Hesse (1990) propusieron un modelo etiológico del
surgimiento de este fenómeno: para estos investigadores, la aparición del apego D era la expresión de una paradoja donde los padres desplegaban una serie de conductas atemorizadas y/o atemorizantes (FR) que dejaban al niño en un estado de "miedo sin solución" al ser los padres la propia fuente de estrés. Esto provocaba en los niños una incapacidad de regular el estrés de la separación y por ende de usar a la madre como una base segura de un modo coherente y organizado. Al proponer determinados Grupos de padres con conductas que pueden ser atemorizadas y/o atemorizantes dejan al niño en un estado paradójico de "miedo sin solución", donde la persona que tiene que calmarlo en situaciones de estrés y peligro es justamente la persona que provoca ese mismo estrés y/o peligro (Hesse & Main, 2000, 2006; Main & Hesse, 1990). Inevitablemente implica que el infante no pueda acercarse (ya que el cuidador puede provocarle más estrés) ni alejarse (ya que implicaría que el cuidador lo deja de cuidar) se activan una serie de procesos "donde se contradice o se inhibe la conducta mientras se realiza". (Main & Hesse, 1990, pp. 173). Estas conductas pueden presentar rasgos relacionados a intenciones contradictorias (acercarse al cuidador con la cabeza baja), miedo (expresiones faciales de miedo), desorientación (vagar perdido por la sala), conductas bizarras (movimientos estereotipados, indirectos, asimétricos, sonidos bizarros, tics, etc.); y conductas de congelamiento.
Pero ¿qué provoca que los padres desplieguen estas conductas FR? Para Main & Hesse (1990) los padres que presentan un estado mental sobre pérdidas o traumas no resueltos en su historia temprana de apego, evaluado a través de la Entrevista de Apego de Adultos (AAI) predecían un apego D con el hijo. El AAI es una entrevista semi-estructurada donde se pide al entrevistado que hable sobre sus emociones sobre sus figuras de apego, que describa eventos específicos de su historia de apego, que detalle eventos traumáticos (abuso o muerte), y que conceptualice cómo esos eventos le han afectado en su vida (Hesse, 1999).
La propuesta de estos autores plantea que aquellos padres que desarrollan
un apego D en sus hijos, mientras discuten eventos potencialmente traumáticos de sus vidas, muestran signos de desorientación y desorganización a través de lapsos en el monitoreo del discurso (por ejemplo, perder el sentido de la entrevista y de la coherencia del discurso a través de silencios largos, o incapacidad de terminar una frase), y lapsos en el monitoreo del pensamiento (por ejemplo, a través de la explicitación que una persona puede estar muerta y viva a la vez, o negar que un ser querido que está muerto en verdad lo está).
Específicamente, estos autores proponen que estos lapsos indican que la persona sigue atemorizada y sobrepasada por sus memorias traumáticas irresueltas, lo que afecta la coherencia del discurso y el pensamiento. Esto a su vez activa conductas de cuidado atemorizadas y/o atemorizantes inexplicables y contradictorias hacia el niño, especialmente en momentos de estrés (Hesse & Main, 2006).
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Tipos de conductas atemorizantes FR
Ejemplos de conductas atemorizantes pueden incluir asustar al niño, tomarlo de un modo muy brusco, abuso físico, sexual, intrusividad extrema, y otras. Específicamente, Hesse & Main (2006) distinguen los siguientes grupos de conductas FR: 1) Amenazantes; 2) Atemorizadas; 3) Disociadas; 4) Tímida; 5) Romántica; 6) Desorganizada.
Por su parte, la evidencia meta-analítica ha demostrado que el 53% de los padres que tienen este estado irresuelto del apego tienen hijos clasificados como desorganizados. Esta evidencia ha sido confirmada en Norteamérica, Europa, África y México (Lyons-Ruth & Jacobitz, 2008).
Sin embargo, aunque parece existir la evidencia descripta, no es claro que la conducta FR sea una mediadora entre el estado mental irresuelto y el apego D.
Karlen Lyons Ruth y su equipo se pregunta: ¿Si la evidencia meta-analítica proveniente de diferentes países revela que el 53% de los padres con estado mental irresuelto tienen hijos con apego D, entonces qué ocurre con el restante 47% de padres que no han sufrido pérdidas o traumas no resueltos, pero que desorganizan el apego con sus hijos? En este sentido, Lyons-Ruth y colaboradores plantean que las conductas parentales desorganizantes tienen un rango más amplio (que el trauma no resuelto) que pueden incluir formas contradictorias y disruptivas de comunicación afectiva relacionadas a la regulación del estrés y la provisión de cuidado y confort (Lyons-Ruth, Bronfman, & Atwood, 1999; Lyons-Ruth, Bronfman, & Parsons, 1999). De esta manera, para que el niño desarrolle un apego D, basta que la conducta parental sea lo suficientemente contradictoria y extrema para que el infante sea incapaz de mantener una estrategia organizada de apego (sea segura, evitante o ambivalente). Si estos comportamientos no son debido a sus historias de apego, ¿podrían tener que ver con la vida presente que llevan estas familias? Habitat, relaciones sociales, relaciones tóxicas laborales, con presiones, que violentan a alguno o a ambos padres y que sin una clara diferenciación, la expresan en sus desorganizados lazos con sus hijos?
Es decir, los estados mentales Hostiles-Desamparados en el cuidador determinan Errores Comunicativos / Afectivos hacia el niño (AMBIANCE) (2) y en consecuencia desencadenan apego D en el infante.
Conclusiones acerca del apego desorganizado
Son importantes las conclusiones y reflexiones a articular. De acuerdo a lo revisado:
En primer lugar, aclarar que el apego desorganizado no es una patología en sí misma, sino más bien podría ser considerado un proceso que dificulta la organización de la experiencia psicofisiológica, emocional, cognitiva y relacional predisponiendo a la persona a experimentar mayores dificultades para regular las situaciones estresantes (y/o traumáticas) propias de la vida. Recientes evidencias apuntan a que la desorganización parental equipa al niño para usar la disociación como mecanismo de regulación de estados mentales, dejando al infante en estado de vulnerabilidad para manejar el estrés en futuras ocasiones (Carlson, 1998; Hesse & Main, 2006; Liotti, 1999).
En segundo lugar, la evidencia revisada en este escrito establece que si bien los padres (o cuidadores principales) son los principales generadores de desorganización en el niño, plantear modelos parentales unívocos resulta un grave error en la actualidad. Es decir, que la propuesta de modelos que planteen que es un solo proceso (por ejemplo, el estado mental irresuelto del apego) o un solo mecanismo (por ejemplo, como sistemas atencionales disgregados), o un solo nivel de funcionamiento (vulnerabilidad genética) suelen caer en el error reduccionista que inevitablemente deja fuera la complejidad del proceso de la parentalidad.
En consecuencia, un dilema a resolver (no solo en las explicaciones etiológicas parentales predisponentes a la desorganización) sería la propuesta de modelos que por un lado abarquen un número importante de multiprocesos y multinivel, y que a su vez conserven el estatus de explicación. Ambas condiciones, será lo que al final permitirá generar una intervención específica para modificar / desarrollar / aumentar el mecanismo propuesto (cualquiera que sea).
Referencias
- Ainsworth, M.D.S., Blehar, M.C., Waters, E., & Wall, S. (1978). Patterns of Attachment: A Psychological Study of the Strange Situation. Hills-dale, NJ:
- Bowlby, J. (1973). Attachment and loss: Vol.2. Separation. New York: Basic Books. Erlbaum.
- Bowlby, J.(1980). Attachment and loss: Vol.3. Loss. New York: Basic Books.
- Bowlby, J. (1988). Una base segura. Aplicaciones clínicas de una teoría del apego. Buenos Aires: Paidós.
- Crittenden, P.M. (1985). Social networks, quality of parenting, and child
development. Child Development, 56, 1299-1313. - Fonagy, P., & Target, M. (1997). Attachment and reflective function: Their role in self-organization. Development and Psychopathology, 9, 679-700.
- Lecannelier, F. (2006). Apego e intersubjetividad. Influencia de los vínculos tempranos en el desarrollo humano y la salud mental PARTE I. Santiago: LOM
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