Reflexiones acerca del análisis
Hacer análisis no consiste sólo en tener una sesión a la semana, no es la suma de las horas que se está en el consultorio del analista, sino más bien implica un proceso.
Este proceso se inicia en el momento en el que el sujeto realiza la demanda de consulta a raíz del malestar que experimenta, y respecto del cual “quiere” hacer algo. A partir de allí se genera un conjunto de circunstancias en donde comienza a aparecer lo posible, el inicio de un vínculo con uno mismo y el inicio de un vínculo con el analista que guiará dicho proceso. Estar en análisis no es una cuestión aislada, no es una cuestión de azar.
El análisis se da dentro de un marco estructurado por una relación terapéutica atravesada por la transferencia, donde establecer pautas y acordar el qué, el cómo, el cuándo, el dónde, adquieren el estatus de un contrato que autoriza al proceso mismo. Y así, el sujeto vive un ir hacia adelante que no se detiene donde, a veces, los frutos no son inmediatos pero, a través de la palabra, se acerca a aquello que quiere, a aquello que es, a aquello que puede y a aquello que no puede.
El devenir del análisis nos permite apropiarnos de un escenario que excede el espacio de la sesión una vez a la semana y se hace extensivo al día a día, donde se pone en marcha el hacerse responsable de lo que uno es y de lo que uno quiere, de lo que hay y de lo que falta, de lo que se construye y de lo que no, de la propia historia y de la manera de contarla.
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